por Juan José Rodríguez
Yo de niño tuve un cuaderno que era para todo, destinado a registrar por orden de aparición aquellas maravillas del mundo que reclamaban espacio en mi memoria y un escenario dentro de mi conciencia gráfica.
Esto incluía tanto a las emanaciones del mundo irreal como el metódico esquema educativo propuesto por la escuela primaria. En vez de varios aburridos cuadernos, asignados a cada materia, yo era feliz con un solo volumen donde la instrucción y a destrucción podían ser la misma ante el vuelo de mi pluma. Ese cuaderno era para escribir, dibujar y también para caricaturizar.
La primera hoja podría ser de Matemáticas. La segunda de Español; la tercera de Ciencias Sociales, con un dibujo integrado a media hoja, sobre la película vista en la tele el día anterior o algún novedoso diseño de naves espaciales... en fin, todas las posibilidades que otorgan el infinito y la libertad del pensamiento.
Ese cuaderno tenía otra particularidad adicional. Iniciaba en cualquier parte y no requería continuismo: yo nomás abría al azar, cuidando que fuese en las primeras páginas, y allí transcribía lo dicho por la maestra. Si luego no encontraba el texto en mi Cuaderno de Todo, no había problema; al cabo yo nunca estudiaba y, cuando se trataba de la tarea, menos me preocupaba por cumplir con ella.
Yo era un niño muy participativo que captaba y asimilaba todo en clase, pero a pesar de mi elocuencia y conocimientos adquiridos en casa, jamás pude sacar dices o diplomas a lo largo de mi tambaleante trayectoria académica.
Al ingresar a la secundaria, esta anarquía tuvo que acabarse. Tantas materias y voces de diferentes maestros confundían mi mundo propio y la manera en que yo asimilaba la educación formal... Ya no fui el amo de lo que entraba y salía de mi mente. Todo tenía que llegar en bloques previos a los que ya no podría moldear a mi manera, ni siquiera a la hora de vertirlos en el cuaderno. Ni modo. Fue necesario cargar con varias libretas. Irme en cuaderna vía rumbo al conocimiento.
Hoy sigo usando cuadernos; algunos cubiertos de piel o pasta dura. Las librerías con buen gusto ofrecen libretas y bitácoras personalizadas con el nombre, la silueta o muestras de la caligrafía de grandes escritores.
Y así vamos y venimos yo y mis cuadernos, casi igual que esta página, con el deseo de arrastrar en su velo aquello que otros autores llamaban la maravilla, la vanidad y el ruido del mundo.
Sólo con una búsqueda:
Abolir para siempre la página en blanco y contarlo todo.
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fijate q a mi me paso todo lo cotrario en la escuela me encantaba usar mis libretas bn ordenadas y siempre bn limpias todo en orden y bn bonito y asi hasta q acabe la escuela, siempre ise la tarea y mis libretas impecables pero yo un desmadre jejejeje
ResponderEliminarcreo q nunca entre a una escuela a prinsipio de anio siempre entre minimo 2 semanas de empezadas las clases jejejeje
besos !!!!!
la última línea es in cierre inmejorable.
ResponderEliminarqué bonito :)